Toño Malpica habló con SinEmbargo sobre Dulce y Meg, una historia enternecedora sobre el vínculo amistoso entre humanos y lomitos, la cual es ilustrada por Claudia Navarro.
Ciudad de México, 1 de diciembre (SinEmbargo).– “El cariño por los perritos no debería tener qué ver con la raza, color, del pelo, edad o el tamaño sino con esa conexión que se logra con ellos”, comparte Toño Malpica, quien junto a la ilustradora Claudia Navarro, han dado vida a la historia de Dulce y Meg (Norma), un conmovedor relato sobre el amor entre humanos y lomitos.
La historia es narrada desde la voz de Dulce, una perrita que comparte su historia desde su familia canina, hasta su adopción por Ruth y Fer, una pareja de humanos, que posteriormente le presentarán a la cachorrita a Meg, su hija recién nacida. Página a página el lector será testigo del lazo entre Dulce y Meg, los paseos en el parque, las vacaciones en la playa, las tardes de canto.. hasta que la vida de adultas las alcanza a ambas y las separa con la partida de Dulce.
“Es una especie de sensación agridulce, pero creo que es necesaria también como el poder vislumbrar la historia completa sin concesiones, prepararnos un poquito para esa posibilidad y que eso implica muchas cosas buenas como el hecho de desarrollar una amistad al 100 por ciento, pero también estar listos para el momento en el que por cuestiones meramente naturales tengan que quedar atrás”, comentó Malpica en entrevista con SinEmbargo.
Toño Malpica expuso que el propósito del libro “es tal cual hablar de una historia donde el chico y también el grande, pueda compenetrarse con los personajes a lo largo de varios años resumidos en poquitas páginas y pues sí, sin ocultar el desenlace inevitable pues siempre está presente de una u otra manera en este tipo de relaciones en el conocimiento de que nada es para siempre pero que al mismo tiempo pues siempre puede haber una continuidad”.
El escritor —coautor de esta historia junta a Claudia Navarro— indicó que la historia del hombre también tiene que ver con la domesticación de los lobos y su desarrollo como animales de compañía así como su ayuda en distintas tareas:
“Los perritos sí forman parte importante en tu nómina de afectos y por eso ahí siguen acompañándonos y seguiremos de la mano, por el resto de la existencia de la humanidad habrá perros a nuestro lado con lo bueno y lo malo que conlleva”.
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—¿El motivo de este libro es que los más pequeños aprendan esta relación de respeto, de cariño, con los lomitos?
—Es demostrarles la posibilidad de un vínculo tan fuerte como es el que se muestra al interior de este libro, es la posibilidad de un crecimiento juntos y del desarrollo de una amistad verdadera, de esas en las que no hacen falta ningún tipo de palabras para ser comprendidos y aceptados.
El propósito del libro es —como en cualquier otro libro que se enmarque dentro de la literatura— contar una historia y en este caso pues es tal cual hablar de una historia donde el chico y también el grande, pueda compenetrarse con los personajes a lo largo de varios años resumidos en poquitas páginas y pues sí, sin ocultar el desenlace inevitable pues siempre está presente de una u otra manera en este tipo de relaciones en el conocimiento de que nada es para siempre pero que al mismo tiempo pues siempre puede haber una continuidad.
—Haces hincapié en una situación: la importancia de adoptar. Dulce llega como un cachorrito adoptado y al final vemos que Meg vuelve a adoptar otro cachorrito…
—Vale la pena llamar la atención sobre ese punto, fue algo que pusimos al final justo como para hacer ver que el cariño por los perritos no debería tener qué ver con la raza, color, del pelo, edad o el tamaño sino con esa conexión que se logra con ellos. A veces es —tal cual— una especie de amor a primera vista y pues así se anda por la vida y eso suele ocurrir. Entonces sí está inmerso ese pequeño mensaje de que siempre es más gratificante el rescatar un perrito que hacerse de él por ponerlo en algún término.
—Decías “nada es para siempre” y es también un mensaje importante, también es parte de la importancia de entender y disfrutar por lo mismo con estos compañeros el tiempo largo o poco que estén…
—Es una especie de sensación agridulce, pero creo que es necesaria también como el poder vislumbrar la historia completa sin concesiones, prepararnos un poquito para esa posibilidad y que eso implica muchas cosas buenas como el hecho de desarrollar una amistad al 100 por ciento, pero también estar listos para el momento en el que por cuestiones meramente naturales tengan que quedar atrás.
Esa era la idea, que comentamos mucho entre Claudia (Navarro), Lizbeth, la editora y tu servidor: la necesidad de contar la historia completa y sí, afortunadamente así quedó el libro y creo que de una manera sutil y elegante como lo manejó Claudia, se muestra también esa última etapa de la amistad, que da pie también a una nueva amistad se puede decir, pero sí, efectivamente creo que sí, ahí hay un detalle importante que hace que se conforme la historia como te decía al 100 por ciento.
—¿Cómo fue tu trabajo con Claudia Navarro, con la ilustración, porque indudablemente el componente visual es muy importante?
—Este tipo de libros los veo más como un tipo de coautoría por eso incluso siempre que puedo, trato de que más de que parezca una historia mía ilustrada por otra persona, sea una historia planificada entre dos autores y también diseñada y estudiada para ser contada de la mejor manera por dos autores, que en este caso yo puse la historia y digamos que la semilla principal pero estoy convencido de que si no se contara de esta manera pues no tendría la efectividad que podría tener.
Entonces sí, tal cual para mí la mitad de la historia es esa pila tan hermosa que consigue Claudia y que permite, insisto, contar una historia incluso con diálogos muy chiquitos desde la mejor manera porque así todas las descripciones, todo los sentimientos se pueden mirar en los rostros, se pueden comprender de un solo vistazo. Una historia así es fundamental en las ilustraciones incluso me atrevería a afirmar que no me atrevería a hacer este tipo de relatos y más pensando en los más chiquitos si no fuera por un acompañamiento tan preciso y tan certero como el de Claudia.
—Esta relación de Dulce y Meg que escribes, en tu caso, ¿tiene reflejo en alguna experiencia personal, en alguna convivencia con un perrito previamente o actual?
—Yo no tuve perro de niño y siempre quise y ahorita tengo dos pero pues sí los dos perritos se vuelven parte fundamental de la familia, uno de ellos ya tiene ocho años con nosotros y pues sabemos que poco a poco se acerca a la mayoría de edad y lo que conlleva, entonces yo creo que más bien luego son historias que me cuento a mí mismo para también reconocer, la principal parte pues sí es el cariño tan tremendo que puede sentir una mascota por su dueño, que es realmente de lo que está conformado el libro.
La mayoría de las páginas van de eso, pero también el saber que en algún momento se terminara y que eso es parte de la vida, entonces en mi caso no pero mis hijos ya están grandes y creo que de alguna manera el libro es para ellos, para que ellos también reconozcan el valor de las mascotas y que en algún momento tendremos que decirles adiós.
—¿Cómo definirías tú la importancia que existe y que ha persistido a lo largo del tiempo de la relación entre humanos y perritos?
—Es la historia del hombre en el que empezó a domesticar a los lobos y se volvieron sus animales de compañía y que son primer acompañamiento, sí es cierto, de pronto tienen cierta utilidad como los perros ovejeros o los que tiran de algún trineo, pero creo que en esencia es el saberse acompañado, el tener un amigo que además tienen una relación tan bonita de ida y vuelta con vosotros. Los perritos sí forman parte importante en tu nómina de afectos y por eso ahí siguen acompañándonos y seguiremos de la mano, por el resto de la existencia de la humanidad habrá perros a nuestro lado con lo bueno y lo malo que conlleva.